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Reparar lo invisible: Loyola y el acompañamiento emocional en tiempos difíciles.

Después de una situación catastrófica en una comunidad, la vida siempre retoma su curso: las zonas afectadas son reparadas, los negocios reabren, y las personas, poco a poco, reconstruyen su rutina. Sin embargo, este retorno a la normalidad no implica que las heridas emocionales se hayan sanado. Aunque la actividad cotidiana se restablezca, persisten miedos, traumas y recuerdos dolorosos que rememoran esos momentos de quiebre. Sin el debido acompañamiento, estas experiencias pueden derivar en trastornos emocionales más graves.

En la Loyola, nuestra comunidad estudiantil son el centro de nuestra misión y razón de ser. A pesar de los desafíos a los que se han enfrentado con el embate de dos huracanes con características particulares, han continuado con su formación, adaptándose a las nuevas circunstancias. Este proceso de adaptación ha sido una prueba de su resiliencia y compromiso, pero también ha puesto de manifiesto la necesidad de brindarles espacios para procesar sus experiencias emocionales.

En respuesta a esta necesidad, se llevó a cabo la Experiencia Ignaciana “Vive”, dirigida a estudiantes de tercer año de secundaria. Este evento se convirtió en un espacio de introspección, donde pudieron identificar temores y recuerdos generados por los acontecimientos recientes. A través de un enfoque integral que combina el apoyo psicológico y espiritual, las y los estudiantes comenzaron a trabajar en el manejo de estas emociones, con el objetivo de dotarles de herramientas que les permitan enfrentar futuras crisis con mayor fortaleza y serenidad.

Durante esta actividad, se les alentó a reflexionar sobre su experiencia personal con preguntas clave como: “¿Cómo viví los días del embate? ¿Qué emociones percibí? ¿Cómo se reflejaron de manera física? ¿Cómo me sentí al amanecer? ¿Qué pasaba por mi mente?” Estos cuestionamientos les ayudaron a hacer una introspección profunda sobre su situación particular, promoviendo una comprensión más clara de sus emociones y reacciones frente a la adversidad.

La actividad no solo se distinguió por su enfoque en la salud emocional, sino también por su dimensión social. Los contenidos abordaron problemas mundiales y la realidad actual, invitándoles a reflexionar sobre su papel y responsabilidad en el mundo contemporáneo. Esta reflexión se vinculó a las secuelas sociales dejadas por los huracanes, como el caos, el descontrol social, y los actos de rapiña que marcaron los días posteriores a la catástrofe.

En Loyola, entendemos que la reconstrucción de una comunidad no solo pasa por la restauración material, sino también por el cuidado del bienestar emocional y social de sus miembros. “Vive” es solo un ejemplo de nuestro compromiso con la formación integral de nuestras y nuestros estudiantes, brindándoles las herramientas necesarias para enfrentar con esperanza y responsabilidad los desafíos del futuro.

 

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